jueves, 30 de septiembre de 2010

El kayakista en mi


A medida que avanzo en este camino del kayak, no sólo se abre paralelamente el mundo espiritual, motor principal que me lleva a subirme al Avatar para buscar más lejos, más allá, mi esencia de ser.


También se da el crecimiento en la actividad. La conciencia de qué tan necesarios son otros parámetros para medir la propia seguridad y la que uno le puede aportar al grupo.

En esta vida, como en todo, cada kayakista observa y elige con qué se queda, amén del ABC, los básicos cuando se habla de técnica, equipo, vestimenta, etc. Porque cada uno elige donde quiere ir, o porque el kayak lo lleva a un camino propio.

Cuanto más me sumerjo en el mundo del kayakismo que yo llamo exterior, más caigo en la cuenta de qué tan diferentes pueden ser las perspectivas, opiniones y elecciones.

Hasta hace un tiempo tuve la marcada inquietud de autodiagnosticarme. Para obtener de allí un concepto de seguridad buscando un estado mental sobre el cual pudiera trabajar para ser mejor en todo sentido. Sin poder evitar por momentos la comparación, con quienes parecen ir más adelante en experiencia y técnica. Como para establecer también un parámetro claro del que asirse para plantarse y decir: esta soy yo, acá estoy, tengo esto... pero me falta todo aquello…

Se termina mezclando una necesidad de autocalificación para ser serio en el trabajo con la posición en un mundo altamente competitivo que no creo aporte mucho, sólo si hace a la reflexión.

El hombre tiene la máquina en el cuerpo, y la mente, con las cuales se lanza a interactuar con los elementos naturales. Su mente es tal vez su arma, su carga, y su capital más valioso e importante. Su técnica es la capacidad de explotar, acompañar la naturaleza de la embarcación, para estar acorde a ciertas condiciones de navegación.

La mente es el elemento más fuerte y el más débil también, sobre el cual enfoco toda mi energía y atención siempre. Para definir qué clase de kayakista quiero ser en el agua y también qué puedo compartir con otros, qué deseo transmitir a la gente que se ha subido a un bote y ha experimentado bienestar y paz. Me enfoco en la mente porque por ser débil puede ser acechada no sólo por el miedo navegando, también por otros fantasmas más nocivos que éste.. Tal vez el miedo a veces sea sabio.

La pasión es un fuerte móvil para trabajar hoy. Tierra del Fuego el preciado medio en que me ha tocado interactuar. Un medio con carácter firme y constante. Donde ciertos factores se tornan vitales, si uno desea ingresar más en los dominios de ese espíritu del que siempre hablo. El espíritu que respeto por sobre todo. Por sobre toda técnica, la tecnología, el hombre y sus circunstancias…En mi opinión la última palabra la tiene y tendrá la naturaleza siempre, como ya he dicho y me ha tocado ver en alguna oportunidad.

El medio es perfecto, simplemente en la forma en que es. El hombre es el elemento débil, defectuoso y objeto de trabajo. Su motor puede ser trabajado, pero su mente es un elemento tan delicado que puede albergar los más variados matices, no siempre llevándolo a buen puerto.

Mi reflexión hoy es: qué clase de kayakista quiero ser primariamente en mi mente para intentar cerrar otros aspectos luego.

Qué tomo y qué descarto. Qué parece ser necesario y qué está demás.

Qué es lo válido en la actividad y qué no.

Hay tantas cosas estandarizadas en la actividad y una tan única. El ser humano. Diferente a todo. Arrogante frente a la naturaleza. Egocéntrico frente a sus pares. Absoluto frente a  sí mismo y  frente a ese medio inconstante y cambiante al que se ha aventurado.

Cuanto más leo, más escucho, más aprendo quien deseo ser.

Nada es tan absoluto frente a lo natural. Menos el hombre con su mente. Todo sirve en cuanto nos provea más seguridad o contribuya a la sensación de ella.

Soy de ese kayakista que prefiere las opciones, que descarta el ego, que prefiere suponerse débil, en vez de decir: "eso a mí no me pasa", para trabajar sobre la mente como entiendo que es fructífero hacerlo.

Quiero hacerme fuerte desde la noción de mis debilidades, con todas las opciones a mi alcance. Trabajando duro con ellas.

Acepto todo. No descarto nada. Porque frente a los elementos todo sirve, y puedo ser el paquete de diferentes destrezas, que se convertirán en más opciones cuando se me presente el desafío en el camino.

Sí descarto el mito, de la perfección de lo técnico, como único medio, al precio de otras destrezas.

Deseo sí trabajar la cabeza, el criterio, sentido común. Para abrirme a un número de alternativas. Mezclando y amalgamando componentes que aporten opciones que puedan encajar mejor, servir a este kayakista particular que soy.

La única forma que tengo de saber es la prueba, la práctica de todo aquello que pueda ser una opción. Mi meta es crecer, lograr tener técnicas de recuperación eficientes y confiables que funcionen cuando sea realmente necesario. Aquí, en Tierra del Fuego. Buscando el éxito consciente siempre de los factores que hacen a mi situación única, y tan particular como mi mente. El diseño de mi kayak, mi fuerza, agilidad, ropa, chaleco, nivel de energía, mi auto confianza, las condiciones de las aguas, el equipo disponible y mi técnica, mi conocimiento básico.

Deseo ser versátil, tanto como aquellas condiciones que pueden alterar o inhibir mis habilidades de autorescatarme sin salir del kayak o fuera de él, o en la asistencia de otros. Cuantas más formas de reingreso tenga más será mi éxito potencial.

Deseo sí ser definido como un kayakista que rema en Tierra del Fuego, las aguas que más respeto generan. Las que más prueban. Sin por ello descartar y clasificar aptos y no aptos. Son las aguas que mejor preparan, porque no dan tregua y llevan al camino de la instrucción indefectiblemente. Porque siempre le indican al hombre que no tiene la última palabra, que debe acompañar y acatar. Ser cauteloso, consciente, humilde, organizado. Y versátil, tanto como el clima fueguino.

Moni

lunes, 27 de septiembre de 2010

Reingreso y roll con flotador de pala

La forma más eficiente de auto-recuperación tras un vuelco es el roll. Sin embargo, más tarde o más temprano todos terminaremos en salidas fuera del kayak (wet exits). Si uno rema solo u otros en el grupo no pueden asistir, tener una forma confiable de volver a ingresar al kayak y hacerlo navegable nuevamente es una necesidad.


Una de las auto-recuperaciones (asumiendo la salida del kayak) es la recuperación con flotador de pala. Y una buena alternativa a la recuperación estándar con flotador de pala, que demanda el treparse desde el agua al kayak, es esta maniobra.

Toma una cierta cantidad de energía treparse al kayak, especialmente cuando se está usando mucha ropa. Cuanto más alta está la cubierta, más duro será el trabajo de uno al trepar. Es mucho menos complicado y trabajoso meterse dentro del kayak mientras se está en el agua y el kayak está dado vuelta. Por supuesto, esto implica colocar la cabeza bajo el agua. Si uno tiene a mano clips para la nariz, desaparece la incomodidad. Entonces sólo hay que trabajar en la actitud de inmersión.

Esta destreza no es de las difíciles con respecto al tema de la coordinación. Es más una una destreza mental que una destreza de coordinación. No requiere saber rolar, sólo conocer el movimiento básico. La elevación provista por el flotador de pala la convierte en algo realizable para quienes no rolan.

Una vez que se ha decidido qué método de reingreso se va a usar, colocamos el flotador de pala en la hoja de la pala e inflamos si es del tipo inflable. Los flotadores de espuma acortan el tiempo de inmersión en el agua. Los flotadores inflables generalmente tienen más flotación que los de espuma.

Si se deja una pierna en/dentro del cockpit se pueden tener ambas manos libres mientras se infla y se ajusta el flotador a la hoja de la pala. Con la pierna dentro del cockpit y ambas manos libres se puede mantener siempre contacto con el kayak, si bien no se recomienda esto en medio de corrientes de marea, zonas de rompiente o rocosas.

En el momento del reingreso se mantiene el flotador hacia la proa. Aprender a sostener ambos la pala y el cockpit no toma mucha práctica. La mejor forma es colocando el pie mientras se mantiene el kayak escorado. Aún mantenemos la cabeza sobre el agua. Solo necesitamos llevarla bajo el agua cuando estamos listos para deslizarnos dentro del cockpit.

También se puede mantener la pala entre el cuerpo y el brazo si es que no se puede agarrarla al mismo tiempo que el borde del cockpit. Fuera de cómo se maneje la pala, se necesitarán ambas manos a cada lado del cockpit para asegurarse el ingreso al cockpit. La mano más alejada de la pala será la que eventualmente dirigirá el movimiento.

Una vez que se está en el asiento con los pies en el apoyapiés y las rodillas bajo las musleras, es el momento de tomar la pala con ambas manos y empujar ambas manos hacia el cielo. Esta posición le permite a la pala barrer sin que la hoja descubierta se trabe cerca del kayak.

Luego de estirarse hacia el cielo ( lo que mantiene la pala paralela a la superficie), se barre el extremo del flotador manteniendo la pala perpendicular al kayak. La hoja de la pala descubierta irá por arriba del kayak mientras se hace el barrido.

Para enderezar el kayak, realizá el golpe de cadera con el flotador de soporte. El golpe de cadera es en realidad una acción de las piernas, que gira el kayak. A la mano que se encuentre más cerca del flotador le corresponderá el mismo muslo para girar el kayak, levantándolo contra la muslera. (mano derecha -muslo derecho)

Cuando se barre el flotador hacia un lado es importante no barrer pasados los 90 grados. La posición de 90 grados te da el soporte y la palanca máximos. Si vas más allá de los 90 grados, no sólo no perderás palanca sino que también correrás riesgo de lesión de hombro, mientras probablemente volverás a volcar.

Lo que se hunda el flotador dependerá de un número de factores que incluyen: la actual flotación del flotador, el peso del palista, la técnica del kayakista y la distancia del flotador con respecto del kayak.

Extender la pala hacia afuera del kayak puede darte más elevación. Sin embargo, no la pongas demasiado lejos porque podrías perder tu palanca dependiendo de tu técnica.

Pensemos en este movimiento como un enderezar el bote, NO de tirar hacia abajo la pala. Si uno se concentra en tirar hacia abajo puede negar el enfocarse en enderezar el kayak con la parte inferior del cuerpo.

Una vez arriba del kayak, momento de sacar al agua. Las condiciones dirán si se debe tener la pollera en el borde del cockpit o no. Si el agua está ingresando dentro debido a olas que rompen sobre la cubierta, entonces deberías ajustar la pollera.

Este es un buen momento para tomarse un momento de descanso para recuperarse uno mismo. Se puede descansar sobre el flotador de pala mientras se lo mantenga perpendicular al kayak. La clave es mantenerse balanceado hacia el flotador. Un vuelco en condiciones reales deja a muchos palistas descolocados. Si se está solo, se utilizará el flotador como soporte. Si se tiene a otros cerca, es bueno tener a dos o tres para hacer balsa hasta que se está listo para proceder.

Si descansás el antebrazo sobre la pala y sostenes la bomba de achique con la misma mano estarás inclinando el kayak hacia el flotador, lo que permitirá al agua escurrir hacia la bomba de achique. Esa misma mano puede sostener la bomba y pollera si es necesario. La mano libre hace el bombeo. Si esa se agota se puede hacer el cambio, pero girando la pala para tener el flotador del otro lado.

En días de aguas agitadas es imperativo disponer así de un soporte estable mientras se achica el agua.

Como en la recuperación con flotador de pala tradicional, la parte más inestable de la recuperación es cuando se desinfla y se coloca el flotador donde normalmente se lo guarda.

Relajando las caderas se puede sentir más balance que manteniendo tenso el cuerpo.

Esta técnica de recuperación no es difícil como puede aparentar. Mientras se esté apto para ingresar dentro del kayak mientras se está bajo el agua (5-10 segundos), se podría utilizar esta destreza. La ventaja de usarla es el no tener que trepar a cubierta.

Nuevamente, el propósito de esta auto- recuperación es reducir la cantidad de trabajo que el kayakista ejerce volviendo a entrar en su kayak. Una vez arriba se necesita achicar siempre. Otra ventaja es que el kayakista está listo para hacerlo cuando se incorpora. Es una posición muy segura.

Esta técnica es altamente recomendada cuando al palista no le agrada trepar a cubierta.

sábado, 18 de septiembre de 2010

El camino interior del roll

Siempre reflexiono que hacer kayak haya sido tal vez la experiencia que más me haya enseñado de mi misma. He descubierto más aspectos ocultos de mi ser, de mi esencia navegando o en tierra con él, que en cualquier otra actividad o papel.


En mi visión es un vergel necesario de posibilidades que me llevan más allá de la comodidad de la superficie, la superficie que tienta al ser humano a permanecer en lo que cree que es su control maestro de todo.

Desde el punto espiritual me induce un estado de reflexión necesaria para ser mejor, más equilibrada naturalmente por el acceso a ese contacto con el origen, que es revelador...la conciencia de qué tan pequeños somos en el ser parte de todo…

Desde el manejo de la técnica, me incita a dejar de lado ópticas o posturas que no aporten, me instruye a ser disciplinada, constante, correcta. A ser integral, controlada, equilibrada.



Llegar a un contacto de primer plano con los elementos naturales en su pura esencia no fue gratuito, tal vez esa fue la primera enseñanza. Transitar el camino ineludible del miedo más básico, sola, con el Avatar como testigo y camarada. Para así asimilar desde el impulso de la pasión y desde la humildad, el mandamiento de prepararme técnicamente para exprimir el “camino del kayak” lo más plenamente posible y para hacerlo seguro como está entendido que sea.

En mi camino personal de kayakista las técnicas llegaron después de un tiempo, llegaron cuando tenían que llegar, como digo. El kayak se nos va metiendo adentro, y nos va mostrando el camino, SU CAMINO. Nos va definiendo a nosotros mismos, pero fundamentalmente nos moldea, por momentos nos permite elevarnos, luego nos corrige bruscamente, cayendo al agua.

Caer al agua, volcar, para mí jamás fue sinónimo de derrota, como cuando me inicié se dejaba entrever a mi alrededor.

Sin embargo, asumí que no es sólo casualidad del destino que en esta actividad el “alumno” que posa su humanidad en el compañero, deba precisamente caer al agua y ser desprendido del kayak, quedarse solo. Prefiero verlo como una enseñanza. Se debe aprender desde abajo.

Alguna vez observé que cuanta más soberbia o necesidad de aprobación exterior mostraba un palista más rápido volcaba. Cuanto más creía poseer “la habilidad” o la “capacidad” de llevarlo, más parecía el bote querer deshacerse del kayakista.

Algunos pensarán, cuestión de técnica.

En mi opinión, hay un camino por recorrer, paralelo a los fundamentos de la técnica.

Un camino que todos transitamos, a nuestra manera. Algunos no tan conscientes de ello. Pero todos fuimos, somos y seremos probados más de una vez. En lo técnico, en lo espiritual y en lo esencial. Sobre el kayak, frente a los elementos… Y no siempre la última palabra la tendrá la técnica, el hombre. La última palabra la tendrá la naturaleza, frente a quien somos insignificantes y no tenemos control.

Tampoco es casualidad que en materia de técnica, y en el “camino del kayak” el roll sea una cuestión muy mental.

Transito hace un tiempo el camino del aprendizaje. De una técnica milenaria que el Inuit no dejaba de practicar nunca porque de ello dependía su supervivencia. Captaba su atención hasta en los momentos de ocio, en pos del manejo maestro del cuerpo que era imprescindible.

Este camino me ha enseñado mucho más de lo que creía. Me mostró lo necesario que es el equilibrio mental para articular una serie de pasos, maniobras que de no hacerlo así, el resultado siempre será el mismo. No importa mi frustración, mi alegría. Lo que logré antes, lo que no logro hoy.

Me enseñó que aún cuando puedo recuperar mi kayak y cuerpo, no siempre ha sido en una técnica limpia y suave. No puedo depender del control de la fuerza, y la musculación de los movimientos, pues eso no es control.

No importa si remo hace años o hace poco. Aquí soy un aprendiz.

No importa si lo dominé en pileta climatizada, aún falta la condición real, y aún así, el camino es largo hasta un día acabar en la situación verídica de combate.

Allí no importa el auditorio, estaré solo. Con mi stress, mi miedo, mi desgate, frente a mi cabeza, mi propio juego mental.

El roll es algo delicadamente caprichoso, en mi opinión. También prueba al alumno de una manera muy eficaz. No se puede tenerlo porque uno lo decide, hay que llegar a él, a través de su camino.

No soy quien domina nada desde mi pericia. Tengo que asimilar el bote, sentirme uno con él, asimilar el agua, interactuar con ellos. Ser parte para entender que no lo manejo todo, que no tengo poder.

Debo intentar controlar mi mente, para frenarla cuando se dispara en la soberbia de sentirse avezada, o en el miedo de creer que no lo lograré y la vergüenza de fallar una vez más...

Debo tener la humildad de asumir que el bote y el elemento danzarán al unísono, sin complejos. Que yo me constituiré el elemento defectuoso toda vez que no logre incorporarme en la superficie.

Debo entender que no se trata de pericia, de ser bueno, mejor o maestro. Hay un solo camino y es el trabajo a conciencia y disciplinado.






Buscando respuestas a los momentos de frustración, encontré las palabras de un compañero más experimentado que aportaron claridad para entender cómo opera el roll en nuestra cabeza y que me gustaría compartir, su artículo se llama:

EL JUEGO MENTAL DE ROLAR

“El fin de semana pasado estaba repasando un DVD de roll con uno de mis estudiantes. El había aprendido a rolar hace poco. Me preguntó por qué a veces no salía. Mi respuesta fue: “rolar es una habilidad mental más que una habilidad física”. Luego de mi respuesta un compañero de remadas me pidió, por teléfono, que lo ayudara con su roll. Me dijo que estaba perdiendo algunos de sus rolls últimamente. Le dije que esto era una coincidencia, porque justo estaba hablando de este problema. Le pregunté: “sabés cómo rolar”?. El respondió sí. Le dije que cuando lo había visto fallar un roll fue porque estaba ansioso o lo estaba apurando. Le hice algunas sugerencias para relajarse y técnicas que pueden contrarrestar los errores que cometemos cuando nos tensionamos. El dijo que lo intentaría en el fin de semana. Esta es una parte del email que me envió. “Tenías razón. Mi problema de roll era mental. Ayer, algunos fuimos a practicar en aguas cálidas (cerca de los 26,7 grados). Mi primer intento de roll fue sólo eso. Me di cuenta entonces que la pala se hundía porque la estaba agarrando demasiado fuerte. Luego de ello comencé a relajar el agarre y todo funcionó. Inclusive tuve un roll donde comencé a subir mi cabeza y me vi volviendo otra vez abajo. Volví mi cabeza para mantenerla mirando la pala y extendí el barrido un poco más, y terminé arriba”.

He enseñado a cientos de personas a rolar con éxito sus kayaks. Soy un estudiante de la observación. Me gusta descubrir los pequeños matices que pueden aumentar o disminuir la performance. Soy un firme creyente de que una vez que el palista aprende la mecánica del roll el éxito de él o ella en ejecutar su roll un día cualquiera en cualquier condición dada será su actitud mental.

Otro buen ejemplo del” juego mental del rolar” está en mi equipo de enseñanza. Tengo esta gente de escuela, todos ellos en muy buena forma y ágiles. Ellos están haciendo el roll con sólo 5 minutos de instrucción. Diez minutos más tarde están ejecutando el roll de su lado débil y tienen el descaro de preguntar “cómo hago un roll con manos”. Carajo, me tomó unos cuantos años descifrar el roll y muchos años más después de eso antes de que el roll con manos fuera aún una posibilidad. Sin embargo, una vez que los saco de una piscina cálida y tranquila y los coloco en el oleaje del océano es impresionante cómo muchos de ellos pierden sus rolls y nadan. Ellos conocen la mecánica pero el cambio del ambiente parece causar ansiedad, lo que se traduce en un roll fallido. Aún así, con tiempo se convierten en expertos en roll en oleaje.

Luego llevo estos kayakistas con su roll en oleaje al río en primavera. El agua fría del hielo derretido, los rápidos, un golpe ocasional de una piedra en el casco cuando están boca abajo causa a muchos de estos profesionales del roll a tener salidas del kayak (wet exits) y nadar hacia costa porque, o fallaron en su roll, o ni siquiera intentaron la posición inicial para uno. Por supuesto, con el tiempo, ellos se sienten cómodos en el ambiente del río y sus rolls regresan.

La única explicación consistente que puedo encontrar para estos kayakistas que fallan su roll es que la ansiedad está afectando su performance, lo que es común en cualquiera que esté desarrollando una habilidad o destreza. Cuáles son los errores comunes que cometemos cuando estamos ansiosos y perdemos nuestros rolls?


Cuando examinamos el roll éste es muy simple en concepto. Usar el soporte de la pala que te va a permitir girar, rolar tu kayak hacia arriba y luego permitir que el cuerpo y cabeza sigan detrás. Entonces, dónde aparecen los problemas? Primero, el roll va en contra del sentido común. Porque respiramos aire es simplemente natural querer traer la cabeza primero para tomar algo de aire. Además, la idea de salir, de emerger naturalmente lleva a sacar primero la cabeza hacia arriba. Decirle a alguien que salga del fondo del agua primero seguido por el torso con la cabeza siendo lo último parece antinatural. Esto se convierte aún en una preocupación mayor cuando nos ponemos ansiosos como si nos estuviéramos quedando sin aire.

A menos que seas esa clase de persona que se asusta por completo al ir bajo el agua, contener la respiración al menos quince segundos no es una tarea importante. En quince segundos es relativamente fácil buscar la posición inicial y tratar de ejecutar dos rolls y aún tener tiempo para un tercer intento o hacer una salida del kayak. De allí, que un roll fallido no puede ser justificado por falta de aire.

Los errores claves que he presenciado cuando los rolls fallan debido a la ansiedad son los siguientes:

1. Cabeza que sube primero para obtener aire. Tu mantra debe ser “cabeza a lo último”

2. Apurarse para ejecutar el roll en vez de tomarse dos segundos extra para posicionarse correctamente en la posición inicial. La pala parece irse fuera de curso o rumbo cuando no se comienza en la línea correcta de inicio.

3. Un agarre fuertísimo de la pala usualmente lleva a tironearla en vez de barrerla(si es un sweep roll). Un agarre muy fuerte también lleva a hundir muy profundo la pala si estás intentando un roll C to C. Un agarre tenso a menudo se traduce en un codo quebrado o doblado, que acorta tu alcance. Mantengo mis dedos sueltos en la mano que lidera el movimiento así puedo realmente estirarme y llevar mi hoja a la superficie.

4. La tensión total del cuerpo en vez de estar suelto, relajado. Cuando las condiciones se ponen difíciles y empiezo a sentir esa ansiedad que se está generando, me gusta liberar algo de esa energía exagerando ciertos movimientos. Cuando siento mis músculos del tronco tensionándose me gusta mover mis caderas de lado a lado lo más rápido que puedo para ayudar a liberar esa tensión.

5. El diálogo interno negativo no te va a sacar arriba. Una de mis frases favoritas es del libro “Ilusiones” de Richard Bach. “ Argumenta tus limitaciones y ellas serán tuyas”. Sé que si me pongo nervioso y digo “no quiero quemar este roll” o “sé que no voy a sacar este roll” o “no quiero fallar este roll en frente de mis amigos”, mi éxito será cuestionable desde el comienzo. Pensá en positivo. Cuando de golpe te vuelques, tomá un respiro normal antes de sumergirte y colocate en la posición inicial y luego sonreí mientras te visualices a vos mismo haciendo el roll perfecto. Luego llevá a cabo tu roll de una forma relajada. Tendrás una chance mayor de éxito.

Ciertamente hay otra clase de errores que se realizan pero los que mencioné parecen ser las mayores piedras en el camino con las que lidiamos y que nos llevan a no completar nuestro roll aún cuando sabemos cómo hacerlo. También estoy de acuerdo con aquellos que argumentan que algunas condiciones extremas pueden afectar un roll normal como las olas rompiendo, quedar enganchado contra un obstáculo y las aguas muy frías (equilibrio del oído interno) para nombrar las más comunes. Sin embargo, la mayor parte del tiempo cuando fallamos un roll, debo pensar que estamos lidiando con algún tipo de sabotaje interno.

El concepto de “roll a prueba de bombas” es una búsqueda válida. Sin embargo, debo decir que mi experiencia con algunos de los mejores palistas en el mundo me ha mostrado que todos nadan más temprano o más tarde.

Por lo tanto, deberías tener habilidades de recuperación en vuelco confiables si tenés que hacer una salida del bote porque te encontraste con que ese particular día estás fuera de tu juego. El juego al que me estoy refiriendo es por supuesto el juego mental de rolar. “

Wayne Horodowich

viernes, 17 de septiembre de 2010

Cuando la pasión te impulsa y la razón te sustenta

El camino del kayakista es tan particular como lo puede ser su vida.


La embarcación espera siempre. Entrar en contacto con el elemento de su propósito. Espera allí, mansa, recobrar vida ese día que el hombre desee posar su existencia y probar...sentir. El bagage de su conocimiento, técnica y fundamentos es algo así como el manual de escuela pronto a ser consultado pero no siempre por defecto, porque esto se da casi caprichosamente, sólo cuando el alumno adquiere la conciencia interna, el deseo y la voluntad de darle más base a su pasión. Porque es la pasión quien lo está comandando, quien está cavando hondo en su ser casi imperceptiblemente para dejar huella firme.





El medio siempre está allí también, el marco ideal para ese aprendiz, la elección de alejarse de lo mundano y conectarse de otra forma con la madre naturaleza. La simple invitación a algo diferente. Tras esto: la entrada a un portal oculto de analogías, simbolismos, el "otro viaje" exclusivo que puede llevarlo a lo sublime, la conexión directa con ese ser interno con quien nos cuesta conversar la mayor parte del tiempo.



Luego el hombre...el elemento no consumado, menos constante, más cambiante y particular de esta relación. Ese hombre tal vez corra con la suerte de ser ELEGIDO para traspasar de la actividad a la pasión, a la forma de vida, al sentimiento. Y luego devenir en kayakista, o palista, o remero... el término es lo de menos, lo importante es lo que se siente que uno es, lejos de la carcasa del ego, de la necesidad de triunfos externos, del reconocimiento. Muy imbuido de la humildad de asumir un sentimiento, un sentir, una motivación con tinte de absoluta pasión. Posiblemente allí ocurra el milagro de la mimetización de estos elementos. El puente a lo trascendental, asistir al espectáculo excelso de la danza de lo natural en su pura esencia, donde el factor humano queda olvidado porque habla el ser interno natural, parte de esa naturaleza.



El kayak me motiva a hablar, a contar, a compartir esta pasión que otros sienten. Me lleva a hablar de lo que siento más que de lo que hago. Porque en ese estar a flor de piel me hizo sentir más. Por Tierra del Fuego, por su historia, por su esencia, por su naturaleza, por las experiencias.




Sin embargo, hoy el kayak me lleva más allá del corazón y los sentimientos. Me lleva a hablar de la razón, fuera del agua también el pisar en tierra firme en otros aspectos.

Hace años incursioné en la actividad por accidente del destino. Esa fue la historia del inicio. Al kayak realmente no lo descubrí en el momento del inicio. Ni en el momento de comprar el Neko II que bauticé Avatar hace cuatro años, mi gran compañero. Fue el kayak el que me encontró a mí, me eligió de entrada y fue metiéndose con mucha sutileza dentro de mi ser convenciéndome de a poco de que iba a tener que ver conmigo mucho más de lo que yo pude haber imaginado.


Todo tiene su tiempo, su momento y su madurez...



Muchas veces vi kayaks en tierra, y en lagos navegando. No produjeron motivación alguna más que la observación del que piensa que podría dar un paseo relajante en el agua.


Con el tiempo fue el Avatar quien me fue enseñando el arte de su navegación. Muy de a poco. Templando mi miedo inicial, yendo claramente de un menos a un más. Esperó sabiamente que mis palpitaciones temblorosas dieran lugar a un relativo relax que se empezó a sentir tan bien, que cada vez también busqué avanzar un poco más adelante hasta encontrarme hoy totalmente sumergida en esta relación única y profunda que me define, pues ya no es una actividad ni una carrera, es una forma de vida para mí.




Por eso será que el roll y las técnicas de rescate llegaron en el momento que llegaron, cuando la kayakista estuvo tan madura como para sentirse tal y buscar lo primordial, lo esencial para estar bien. Cuando se enamoró de la actividad y buscó ir más allá no sólo en el bote, sino en sus orígenes, en su historia. Tal vez porque cuando uno está conectado con las cosas en la vida entiende que el por qué, cómo y cuándo y dónde son importantes.



Nos juntamos el domingo en el clásico monumento a los Caídos en Malvinas, sobre la costa marítima. El aire para un día de invierno era ameno. Los fueguinos tenemos una forma típica y única de medir el frío. A veces no se relaciona con el termómetro, el viento es el que manda, el que baja la sensación térmica real y la traspasa al cuerpo. La cercanía con el mar colabora otro tanto. Sólo al bajarte del vehículo para descargar el kayak vas a recibir la lectura final, si para el kayakista hace frío o no, porque todavía le falta meterse al agua, donde todo adquiere otro contexto, la actividad de por sí aquí es fría, no importa la estación.



Con el equipo obligatorio se prepara termo de café caliente, termo para mate y algo de comer, porque se sabe perfectamente que se va a tener frío al salir del agua y los compañeros se van a sentir reconfortados mas allá de la travesía. Es como un paquete al que no le puede faltar el moño. Eso da lugar a la charla posterior, los comentarios que muchas veces no se hacen en el agua. El momento esencial para descubrir las individualidades tras un sentir común, el amplio espectro que esta pasión puede albergar, la otra cara que a la "escritora" le alimenta la inspiración cuando el ser interno se ha desconectado por un momento.





El mar nos recibió poco amigable, diría yo. A mí en particular siempre me lleva unos instantes relajarme, habituarme a sus movimientos, a lo que éste plantea cada vez, pues es un organismo muy dinámico, lleno de vida. Pero esta vez...tenía un movimiento raro, el tinte de cuando " son mareas grandes", diría el antiguo poblador acá.

Ese mar agitado no generó comentarios. Pero sentí cierta tensión en el aire. Se presuponía que tras entrar cortando las olas que rompían en series todo estaría más tranquilo adentro. Pero no fue así.



Prefiriendo las zonas cordilleranas fueguinas llenas de color y magia, siempre pensé que el mar en Río Grande era una cosa hasta monótona y aburrida donde no había nada para deleitar la vista.

Qué equivocada estaba. Cuándo venís involucrado con ese mar levantado, atento a cada ola que rompe. Cuando toda tu atención y adrenalina está puesta en esos segundos, momentos vibrantes... pues ese anfiteatro donde todos tus sentidos han sido encrespados al máximo, es el más bello paisaje que la mente de un kayakista pueda repasar.



En mi batalla interior de miedo, incertidumbre de cómo cortar y atravesar esas paredes que me invitaban a algo que no sería fácil, me tomé unos breves instantes para mirar ese poderío con un pie dentro de mi bote, tal vez para juntar el coraje que me estaba faltando. Yo estaba muy fría. Meses sin remar, sin meterme al mar, no podía sentirme indiferente ante todo eso.

Marcelo me dió unos consejos de lo que él creía sería la forma más amena para mí de encarar esas rompientes, buscando entre sí una canaleta donde me sintiera cómoda para más adelante ir a reparar en una zona que parecía más tranquila. La verdad es que no podía escucharlo.Estaba muy metida para adentro. La más pura realidad que asumí siempre para mí misma es que: en el bote voy sola, debo hacer mi propio camino, nadie lo va a hacer por mí. Transitar el camino de los miedos, el desafío, el juicio, el estrés, la garra, el temple, la resistencia, la voluntad, las mil preguntas y la respuesta que debe salir de uno mismo también.



Y finalmente entré. Y me fuí abriendo camino en la espontaneidad del que todavía no sabe leer el mar, decodificarlo. Y sin quererlo busca su aprendizaje y su experiencia personal in situ. Pienso que cada uno de nosotros transitó su ruta. Se abocó a llegar más adentro donde luego nos conectaríamos otra vez como flota.

La idea inicial era poner proa al N a 14 kms. donde se encuentra la "isla de los lobos", un promontorio artificial mar adentro que fue elegido y poblado por una colonia de estos animales,que sólo pueden verse bien desde el kayak. Una vez dentro me indicaron que fuera al S, imagino que evitando condiciones más desfavorables hacia el N. El espacio para relajarse tras el ingreso fue breve. Esperaban rompientes adentro, en diferentes series. Algo nuevo para mí.



Una vez en el canal Beagle, navegando sus aguas con oleaje, me pregunté cuál sería el siguiente paso para mí, en este aprendizaje continuo, cómo sería encontrarse con olas rompiendo adentro, lejos de costa.

De pronto me encontraba ya inmersa en esta situación, sin esperarlo. Mirar hacia adelante o regresar por donde había venido suponía un trabajo inquietante para mí. He aprendido a llevar una especie de estrés o tensión controlada. La kayakista hoy se ve seducida por el desafío, es como si la naturaleza me llamara, en vez de buscar espantarme. Un desafío que llegó a su tiempo, que mirando hacia atrás era insospechado cuando le dije hace 4 años a mi marido que no me exija y no espere algo más de mí que probablemente nunca disfrutaría, porque yo sólo quería ser una kayakista de agua dulce y costera.



En la flota cada uno encontró y sorteó cada serie de rompientes que el océano trajo. En flota, porque siempre estuvimos juntos, conectados, observando, algo que fue muy solidario y muy efectivo.

Sin tener la lectura del mar del kayakista más diestro, observé en la marcha e improvisaba, la espera de cada mole que venía a desplomar su poderío de refilón en la proa del Avatar o detrás. Luego automáticamente la vista se fijaba otra vez mar adentro para prepararme para lo que el mar propondría otra vez. Interactuábamos internamente en forma madura, diría yo. Sin horror. Sin el exceso ilógico.



Pero este organismo viviente en su dinamismo no te ha de ofrecer jamás nada parejo, regular o equidistante. En un instante que miré hacia la izquierda como de costumbre, ví la formación de la que supe no podría escapar o eludir. Paralela a mí, a sólo unos metros. Una masa poderosa y magnífica para quien está sentado en el agua.Algo increíblemente perfecto.



Y me dispuse al abrazo. Con la sumisión del que sabe que está ante algo nuevo y es probado. Con la disposición del que se abre al juego. Y le dí el cuerpo y la cubierta de mi compañero. Y me entregué al baño primero,y me dejé llevar como tantas veces en la costa, para sentirla. Su intensidad, sus momentos, su poder. Cómo te enviste, te arrastra y termina por desestabilizarte más adelante. Y al sentir la pérdida de gravedad, de estabilidad ,cuando el compañero derrapa de costado como jugando con ella, finalmente me rendí a esa fuerza como hipnotizada. Intimamente siento que en esencia ya no era tan violenta, o yo estaba tranquila. Sólo no puse resistencia y me rendí.



Y fuí al agua en lo que hoy veo como un vuelco ameno, de esos donde no hay golpes, ni sacudidas, ni efectos traumáticos. Fuera del trauma térmico.

Y tras el shock térmico, sólo instintivamente atiné a sacar la cabeza fuera del agua para alejarme del dolor. Del dolor del frío. Sólo después, aferrada a mi bote cuando me situé, pude ver a otro compañero volcado.



Espontáneamente, sin haberlo previsto, se armó un rescate paralelo y un rescate en T. La primera oportunidad en condiciones reales para todos. Ví a Marcelo acercarse, mientras otro se dirigía al otro kayak. Mi rescatista se posicionó y ahí comenzó otra batalla para mí. Mi cuerpo no respondía a cómo estaba habituada en otras prácticas. Y cuánto más intentaba acceder a las indicaciones de mi rescatista, más energía gastaba y todo movimiento era en vano, me agotaba más. Lejos del traje seco que me mantenía en calor, el frío real se hizo presente en las manos que empezaban a doler de una manera irracional. En cada intento de acompasarnos y coordinar la T, una nueva ola venía a embestirnos, era como algo de costumbre, dejar la maniobra donde estaba y aferrarme con fuerza al bote de mi compañero para no ser separados nuevamente.

Mi respuesta fue extremadamente lenta. Todo sirvió pasa sacar conclusiones en limpio. Hay que reservar la poca energía dando vueltas para utilizarla en el momento exacto. Descansar unos segundos, un minuto, tranquilos, tras el vuelco en aguas frías, es algo importante y aconsejable.

El destino por fin nos había puesto cara a cara con la realidad del lugar en el que remamos. Tras la práctica y el entrenamiento al fin había llegado el día de poder actuar para lo que nos habíamos preparado. La técnica se probó a así misma y salió limpia despejando las dudas de cómo sería en condiciones reales con mucho frío y oleaje.

Aquí cosechamos los frutos de la razón, más allá de la pasión. El fundamento necesario cuando la pasión te impulsa a ir un poco más lejos, a lugares donde nunca te imaginaste. Cuando el kayak se metió dentro tuyo e hizo correr tu sangre alborotada, y tu cuerpo tembló. Y te sentiste pequeño. Y por qué no grande, si acaso creciste. Y recogiste frutos. Cuando tras el momento trascendental sólo deseas seguir sintiendo. Seguir creciendo. Cuando es importante estar conectado con el que fuiste, el que sos y el que apuntas ser.




Moni

jueves, 16 de septiembre de 2010

Tras el sueño, la otra expedición


Cuando el soñador sueña mucho y sueña en grande,a menudo su sueño lo lanza a la acción.

Se ve arriba del kayak, ya siente la espuma de la sal marina en la boca. Sobre la partida, la adrenalina se traduce en palpitaciones y una fuerte carga emotiva aprieta el estómago mientras la cabeza intenta poner equilibrio a ese mar interno..., tantas veces contenido y hoy finalmente desatado.

Su sueño lo transportó miles de veces al cruce del Le Maire en una relación por momentos amigable en la visión mas benévola..; en la otra cara, la realidad repasada en escritos de tantos navegantes a lo largo de la historia: un hueso duro de roer.


En esa visión casi onírica aparecen las formidables paredes de Isla de los Estados, acantilados oscuros capturados en la retina del soñador hace ya tiempo...,algo sencillamente único e incomparable.


                              

Y su mar...en el juego eterno de acariciar sus costas para encresparse y sentirse vivo. Porque estamos hablando de mares de espíritu indómito.

Como corolario del sueño, se imagina el navegante histórico cómo sería el encuentro en Caleta Lacroix con el ángel de los náufragos Don Luis Piedrabuena, siempre alerta a asistir lo que por aquellos tiempos era de esperar...
       

Tantas veces este soñador, vivió la excitación y tras ella fue asaltado por el miedo sabio, cuando se recorre la ruta inequívoca del desafío.

Tantas veces....

El sueño se recorre muy personalmente, en una parte de nuestro interior donde se esconde el espíritu aventurero que te impulsa a avanzar, a ir mas allá.
Es una vía que corre sola, a gran velocidad, no importa donde estés...va con vos.
Una autopista que por tener gran origen también debe tener peajes necesariamente para llegar a destino.

Es tal vez lo que el soñador menos imaginó, porque el kayakista se ve y se siente en el agua. Pero fuera de ella, para llegar hoy a Isla de los Estados, transitamos "la otra expedición".

Una empresa que  insume tiempo, voluntad e inversión, que tal vez también nos ponga a prueba de otra manera.
Llevar a cabo trámites administrativos, "la papelería", el contacto telefónico, tal vez no sea la travesía que más cómoda le quede al kayakista.

Sin embargo, una vez más el mismo sueño nos impulsa a ir por EL, hacerlo factible mas allá de la mente, defenderlo a capa y espada ante el mundo.

Empezamos hace unos años a recorrer el camino de las posibilidades,tras decidirnos a ir a Isla de los Estados juntos. Trabajamos con mucha humildad en un proyecto escrito que hablara del sueño con claridad, practicidad y fundamentalmente seriedad.


Isla de los Estados es patrimonio de Tierra del Fuego, la cual declaró este territorio "Reserva Histórica, Ecológica y Turística."

Mas allá de lo administrativo, fue grato como hijos de esta tierra encontrarnos que nuestro gobierno tenía una Comisión Asesora prevista sólo para esta isla dentro del departamento de Areas Protegidas dependiente del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable.
Un ente consultivo con representantes de diversos entes que controla minuciosamente toda actividad que se planifique en esta Reserva, bajo un plan de manejo estricto en pos del cuidado y protección de la isla.



A esta Comisión hoy nos debemos, y si bien no se fomenta este tipo de actividad en la isla, nos han recibido gentilmente,dispuestos a evaluar los fundamentos de esta expedición,considerando que podríamos contribuir a un aporte significativo desde nuestro lugar, para el estudio y el mejoramiento del plan de manejo de la Reserva.
Lo que se traduce en un orgullo difícil de explicar, el ser reconocido como un elemento útil con el kayak mas allá del sueño... es algo impensado. Algo muy bueno.

            


Luego por estas horas, se entremezcla el concepto de seguridad en los argumentos.
La seguridad que indica la lógica común, cuando se trata de un territorio tan hostil y difícil, donde el hombre queda expuesto a un total aislamiento. Donde se torna necesario y vital asegurar los imprevistos.

Por el otro lado, el hombre y su compañero. El bote, que no necesita justificación, una tradición milenaria que habla por sí sola y no entiende de seguros, porque es seguro en sí mismo. Que tras la apariencia endeble sólo esconde la capacidad de ser probablemente la embarcación más capacitada para sortear una de las corrientes más fuertes, las escarceos más duros,el oleaje marino más pronunciado...

Una técnica precisa lejos de la improvisación para cuando el ser combativo cae en lo imprevisto...


El sueño corre por dentro hace años...hoy está en marcha y nos hace contar un poco más acerca del kayak, o lo que tiene que ver con él.

Cuando en Río Grande se rema poco, porque el frío nos guarda dentro de las casas, quería contarles un poco de la "otra expedición", la que le templó al kayakista soñador la paciencia, el temple, la voluntad pero fundamentalmente le hizo tener conciencia de que tan sólido era su sueño.

Moni

LA NATURALEZA EVITA AL HOMBRE

Este es un escrito para contar una salida de tantas. La salida común de domingo en casa. El trámite práctico y ágil de llegar en auto a la costa del mar que uno tiene a un paso, siempre en la búsqueda de ese contacto necesario al que te acostumbra el kayak.                        

                                                                   

Este luminoso y apacible día que pareciera haber persuadido al océano de relajarse un poco, nos da la posibilidad de alejarnos de la ciudad unos 14 kms. para acceder a la zona de la “isla de los lobos”, el apostadero ya mencionado, de lobos marinos de un pelo que aprovecharon el promontorio rocoso hecho por el hombre hace unos años, para TRAER VIDA AL MUNDO, en un lugar con una historia de la que tal vez sea bueno hablar.




Es una zona del océano muy abierta, donde las condiciones siempre son otras. Sólo al acercarse hasta aquí el kayakista va a reunir finalmente la información necesaria para poner en práctica el juicio y desertar…o meterse al mar.

No es la primera vez que las ganas nos trajeron hasta aquí, lejos del ruido de los autos y el contacto visual de la ciudad. Hasta hoy no había sido posible la navegación.



La kayakista apasionada por la naturaleza soñaba con el momento de visualizar estos animales increíbles que pululan por el Beagle, pero aquí siempre fueron la noticia del día para el riograndense cuando en un paseo por la playa se producía el imprevisto encuentro con el nadador que descansaba en tierra.



Sabiamente deciden no establecerse cerca del hombre, si bien son animales curiosos, especialmente las hembras.                                                                          




Me invadía la curiosidad a mí también. Siento que los patagónicos somos altamente privilegiados de convivir, en algún aspecto compartir la región con esta clase de fauna tan especial y buscada hoy de otra manera. Sinónimo de turismo aventura, de paseo con tinte ecólogico. Donde lo que se vende es lo prístino, lo salvaje, lo natural que otros no tienen a la mano. Lo que hoy empieza a verse con otra óptica en el mundo. Cómo no sucumbir ante la tentación de ver y escuchar los lobos que eligieron Río Grande?...



El ritual del ingreso al agua entre palpitaciones de adrenalina y esa mezcla de traspaso de lo conocido a lo nuevo que se da siempre en mí, me hace sentir como un kloketen, el adolescente selk´nam que sería iniciado a la vida y a los conocimientos de la adultez en la ceremonia del Hain. El nuevo mundo por conocer y adoptar, mezcla de miedo, conocimiento, responsabilidades y mucha conciencia ante todo.

Así lo asumí. Si es miedo, reconocimiento de la propia pequeñez, sabia inquietud del kayakista nuevo, el precalentamiento para otros, nunca me preocupa. Prefiero pensar que todo es digitado más allá de uno y que de hecho existe una especie de Hain subyacente en todo, donde debo transitar el camino sabio y obligado, lógico de acuerdo a mi condición.




El mar me invita a entrar. Parece un estanque, un lago fueguino en descanso. Oportunidad única, casi irrepetible. El frío… incorporado. La marca registrada del invierno, nada de qué asombrarse porque quedó en segundo plano.

Es el sol quien hoy parece aún más generoso cuando la hierba aquí y a lo lejos está blanquecina, hace resplandecer absolutamente todo, te crea la falsa ilusión de que el termómetro no está bajo cero, le sacude al fueguino el hastío que siempre lo invita al encierro.



Llena el paisaje de vida en todo ámbito, el ser humano despierta e increíblemente busca su esencia, el contacto con el aire y la luz. Me hace reflexionar que aquí no todo es tan hostil a la vida, como tantas veces he escuchado y leído.

                   
                                                                  




Ponemos proa directamente a la pequeña isla a medio kilómetro de la costa, adivinando la silueta de los novedosos pobladores que me mantienen en vilo. Desde tierra no es posible verlos. Internamente me hago fundamentalmente una pregunta, qué es prudente y qué no. Cuál debe ser la actitud del hombre frente a un animal como éste, desconocido y arisco al contacto, a diferencia de aquellos anfitriones del Beagle prontos a cortejar al kayak que se acerca o a recibir a los catamaranes con vivacidad.





La ansiedad esta vez también pasaba por dejar un buen registro para compartir con la gente que valora este tipo de cosas. Probar la “tecnología última generación” que el hombre crea incansablemente para plasmar de alguna forma también en lo natural su marca, la huella de su invasión. Esa falsa concepción de que lo registrado superará o cortejará lo vivido, cosa por defecto imposible, en mi opinión.



Camino a la isla, me encuentro con un colchón de algas, “cachiyuyo”. Una formación vegetal que adopta magnitudes increíbles constituyendo en los mares y canales del sur fueguino verdaderos bosques submarinos. Echan raíz en los fondos rocosos, la mujer yámana se lanzaba al agua cerca de las costas para atar y así asegurar la canoa de corteza en estas algas.




Cerca de la isla, el mar adquiere un movimiento más pronunciado. De a poco con cada minuto se empieza a escuchar el sonido de la VIDA. Los huéspedes sonoros lo hacen todo muy peculiar cuando uno se acerca en su embarcación silenciosa. Para mí es la presentación humilde y acorde que el hombre debería rendir cuando uno ingresa en el hogar de otro compañero natural.




El hombre debería rendir su respeto. Pero no siempre fue así.




El momento esperado llega. Me acerco lo suficiente como para sentirme impactada e inquieta. Esta modesta roca rebasa de vida por donde se la mire. Lobos de todos los tamaños, un macho erguido imponente, predomina en tamaño visiblemente. Me siento amenazada por su sola presencia allí. Hembras estilizadas y brillosas. Cormoranes y otras clases de aves conviviendo con ellos, otras sobrevolando la isla hacen a la armonía de lo que se me presenta. Un espectáculo que las palabras no podrán transmitir.





Cerca de Marcelo unos ejemplares se tiran al agua. Y para nosotros es la señal de que llegó el momento de la retirada. Para el kayakista como primera vez es más que suficiente. Estamos en mar abierto. Nunca se sabe aquí en qué momento el viento fueguino va a venir a acompañarnos. El compañero incansable de la región que tras padecerlo también aprendí a darle el valor que merece. Es ésta una tierra arisca que no se entrega a primeras al kloketen. Cuando bota su kayak al agua debe ser en acto de timidez frente al poderoso espíritu que arrecia escondido.




Toda salida a partir de esto siempre va a tener un sabor especial por no saber qué vaticinar. Un sabor muy exquisito que se puede aprender a degustar. Es una tierra donde las cosas se deben acariciar suavemente o se deben enfrentar con estoicismo, pues el alumno va a ser probado muchas veces sobre el compañero que eligió para ingresar en los dominios del espíritu fueguino.





Lo que se ignora se respeta, o se teme. Nos retiramos rápidamente. Sólo una vez miro hacia atrás en la fantasía de que los nadadores pueden venir detrás del otro kayak. No es extraño, en el Beagle, se lanzan de las piedras, y cerca de los kayaks, los tocan sutilmente entre corridas y saltos.





Esperaré mi turno pacientemente para cuando la próxima visita sea posible. Me doy por satisfecha. Recibí la cuota necesaria para sentirme otra vez llena y privilegiada. Poder disponer de esto acá mismo me sobrecoge, me llena el alma.

Ambos el kayak y el agua se han complementado para ser vehículos insustituibles en mí. El silencio y la música de la naturaleza se conjugan con la sintonía de la reflexión sin interrupción. Es un trance que agradezco y espero aprovechar como corresponde.



En oleaje, en las transparentes aguas en calma. En un río fueguino, en los lagos de cordillera…se instala en mí esta conexión con el interior que me renueva y me hace crecer.





Sobre la vuelta observo la inmensidad de la estepa fueguina, amarilla en esta estación. La silueta del Cabo Domingo el único personaje en pie que parece más alto de lo que es por el sólo hecho de sobresalir sobre la tierra plana.



Y me invade un sentimiento que embarga. Será porque el kayak lo determina así, porque es necesario meterse para dentro. El recuerdo de tantas vidas selk´nam que el blanco tomó en este cerro hace cientos de años en la estéril lucha por la tierra y el poder. Un riograndense puede no haber leído mucho de etnias, no tener noción específica de la historia de la tierra que lo cobija pero no ha podido de niño escapar a esta triste anécdota. Será porque el destino se encarga de que lo que debe salir a la luz trascienda…?



Será por eso que se me concedió la oportunidad en mar abierto y sólo de minutos de observar el espectáculo anhelado y quedó en mi memoria siendo esquivo a la cámara artificial.



Será porque todavía no aprendimos ni pagamos. Al animal alegre y curioso que en tierra era por demás indefenso y sufrió en el pasado un acecho sin tregua por su aceite y cuero casi al punto de su extinción. Que hoy eligió un promontorio rocoso para crear vida, sobre los restos de una montaña sagrada para el ancestro indígena que el hombre moderno dinamitó sin miramientos en la “tierra de las montañas” y trajo hasta aquí para acrecentar su poder industrial.?





Porque el hombre no ha rendido culto ni el debido respeto por lo que aún busca?



La naturaleza aún procrea sobre los restos, aún nos permite observar. Será porque el kayak a su manera pide permiso y no invade. Algo para aprender.



Moni