miércoles, 27 de julio de 2011

El inicio de esta historia


Un deporte, una actividad especializada, es mucho más que eso…


Originado en el Artico como medio de transporte y como una forma de cazar para comer, las cosas se han trasladado un poco desde aquel entonces…




Para una vista completa debemos transportarnos en el tiempo.


 Es crespúsculo al mediodía a principios del otoño en el Artico, nunca completamente de noche debido a los reflejos de la nieve y el hielo; no has visto el sol por varios días y no va a mostrar su cabeza sobre el horizonte sureño por muchos meses. Tu familia no está segura de si la caza del verano va a durar por todo el invierno. Tu kayak está en la curva de tu brazo mientras lo cargas hacia el agua helada…, el “masik”  tallado que cae en el punto de balance y otra cubierta tallada a lo ancho en el lugar justo para que tu mano lo agarre. Estas sensaciones tan familiares han sido aprendidas por años en este ritual.

Tu kayak fue construido a medida para vos, por el constructor de kayaks de la aldea, sus destrezas han descendido de su padre y su abuelo.

Tres veces el espacio de tu brazo para el largo, tus caderas cuando estés sentado más dos dedos a cada lado para el ancho, el perfil de cubierta especial para amoldarse a las condiciones imperantes y para el propósito  para el cual el kayak iba a ser usado. Generalmente, un contorno de cubierta  bajo y plano era seleccionado para la caza y también para viajar especialmente cuando se debía lidiar con mares escarpados.



  
  


Esta cubierta baja proveía un buen área de trabajo donde las herramientas importantes eran puestas, el arpón a la derecha (si eras diestro), el palo que se lanza para el arpón debajo de las cuerdas de cubierta, la línea de soporte para la línea del arpón en la cubierta frontal delante y libre de tu área de remada. Un flotador de vejiga de piel de foca era cargado en la cubierta trasera.




Demos un salto de mileños o unos cuantos cientos de años en el tiempo….

Pensemos ahora en lo fácil que es para nosotros. Vamos a un distribuidor de venta al por menor, elegimos el color que deseamos y pagamos con una cantidad de dinero efectivo de nuestro trabajo sacrificado.. Esto asumiendo que sabemos cuál kayak es el que nos gusta, que se adecua a nuestro uso planeado y nos calza razonablemente bien. Nos vamos a casa, y esperamos que suene el teléfono diciéndonos que ya está listo,  listo nuestro trabajo!.

No tenemos que pensar demasiado en el mantenimiento, ciertamente NO en revestirlo con piel cada uno o dos años. Podemos hasta darnos un golpazo sin preocuparnos demasiado de que podría haber un agujero en la estructura.

En estos días, usamos nuestra embarcación para diferentes propósitos, a veces pescamos y cazamos con ellas pero la mayoría del tiempo son usadas para nuestra recreación. No debemos salir al agua en todas las condiciones climáticas para que nuestras familias puedan sobrevivir.




Trasladémonos al otro extremo del planeta……Tierra del Fuego.







....Luego de haber pasado por la kina (ritual de iniciación yamana); Yem-es (Jemmy Button) se sentía feliz, como si recién entonces hubiera vuelto a su tierra, o mejor dicho a su gente. Ahora podría integrarse plenamente a la vida fueguina y para ello había un primer paso que debía cumplir. No esperó más que dos días para acercarse a Lasawaia-kipa. Ella era una joven de figura  muy esbelta, más alta y más delgada que lo común, por lo que despertaba el interés de todos los jóvenes. Pero el caminaba en una forma especial, a la europea, aunque nadie lo sospechaba- y hacía algunos gestos cuando estaba ante una mujer, que despertaban curiosidad, porque lo tornaban atractivo. 


La unión fue simple,detrás de un árbol caído. 


Luego regresaron a la playa y juntos comenzaron a reunir los materiales para hacer su propia choza. Ninguno de los dos volvió con su familia y todos entendieron lo que eso significaba, sin necesidad de festejos especiales.

Yem-es se preocupó por brindar a su esposa una buena morada, resabio también de las galanterías que había debido practicar en Inglaterra. Juntó los palos más resistentes y los unió de la manera más fuerte posible con algas y ramitas. En el centro cavó un pozo para poner el fuego, cuidando de que no tuviera polvo suelto. Le resultó un gran problema encenderlo, ya que no tenía práctica alguna, pero, como en general, eso era tarea femenina, Lasawaia no tuvo reparos en asumir su papel.


 Eso sí: sonrientemente, indicó a su marido que debía abrir un agujero en la parte superior del habitáculo, que permitiera la salida del humo, pero después que lo hizo, ella misma tuvo que retocarlo para que no entrara lluvia. El espacio era reducido y obligaba a que ambos se acurrucaran muy juntos, lo que los hacía entrar en calor y también sentir la tibieza interior. La segunda noche entraron tres perros, vaya a saberse de dónde , se ubicaron alrededor de la hoguera y desde ese momento quedaron como miembros de la familia.




La mayor urgencia entonces era tener una canoa propia. Era realmente su hogar, mucho más que la okor, la choza, aunque pasaran las noches en ella. Pero eran sólo construcciones transitorias, que no despertaban ningún apego. Servían para dormir y para tener refugio cuando el clima estaba demasiado hostil. Llevaban la comida que habían conseguido cazando y pescando hasta sus proximidades y allí la devoraban sin orden alguno. Los huesos de los guanacos y las aves eran arrojados, junto con infinitas conchas de mejillones, a un costado de la vivienda formando montículos, los kusi, de la altura de un niño. Mientras, el viento iba acumulando tierra y luego brotaba el césped, los perros se trepaban a ellos y luego lo hacían los chiquillos, que corrían peligro de tajearse los pies.


Pero la canoa… servía para ir de un lado al otro cuando ya no había con qué proveerse. Estaban muchas horas a bordo y, por lo general, las mujeres remaban o llevaban la embarcación hasta la costa, atándola a los cachiyuyos, las enormes algas de aquellos mares. Lasawaia era una gran nadadora, pero Yem-es apenas si sabía mantenerse a flote. Muchos, como su hermano Maku-alan , por ejemplo, dependían totalmente de su esposa. El momento más delicado era cuando trasladaban el fuego que habían llevado en el centro de la canoa, el lugar más protegido. Lo colocaban sobre un tepe, con tierra seca y poco pasto y, como con una bandeja, lo transportaban al interior de la choza. Después para trasladarlo de un lugar a otro, encendían una estaca larga, pero a menudo el clima no ayudaba en ese método.




Ni Yem-es ni ninguno de los demás hombres era un parásito, ya que estaba todo el tiempo alerta, arpón en mano para capturar algún pescado y, a veces, para vigilar que no se acercara algún grupo belicoso; en ese caso le correspondía defender a toda la familia.


También fue responsabilidad de él construir la canoa. Sus hermanos lo ayudaron a encontrar un árbol apropiado, o sea un guindo de gran tamaño. Con un cuchillo, que había viajado desde Inglaterra, y que era de lo poco que conservaba y apreciaba mucho hizo incisiones en la corteza, paralelas al suelo, una más bien abajo y la otra lo más arriba que le era posible. Todos ayudaban en la parte mas difícil.

Yem-es se metió prácticamente dentro del árbol e hizo fuerza con su ancha espalda. Después de un rato, logró que el pedazo se desprendiera, en medio de las expresiones de regocijo de Lasawaia.




Poco a poco, consiguió las planchas de corteza que necesitaba, cuidando de colocarlas en algún arroyuelo para que no perdieran flexibilidad. Para el armado tuvo en cuenta las observaciones de su tío, cuya destreza era proverbial. Después de preparar la  parte central para colocar el fuego, puso las varas de madera de lenga y coihue donde era necesario para que la forma quedara definida.

Aunque no hubo ningún festejo, el momento en que fue lanzada al agua y ellos dos subieron y llevaron su hoguera y sus cosas- las flechas y arpones, algunas pieles para cubrirse si llovía, una cesta con piedras de yesca traídas de Usin y algo de comida- fue como comenzar una vida realmente independiente. Ya eran un matrimonio en toda regla. Sus perros se unieron al día especial, subiendo y bajando de la canoa y sacudiéndose el agua, sin que nadie se molestara de que lo mojaran.

Después la existencia se hizo rutinaria o, mejor dicho, tuvo las mil y una alternativas de toda vida yagana, siempre dura, siempre sometida al clima, siempre afanosa por conseguir lo elemental, o sea la comida, que nunca era abundante.





 Los inviernos eran largos y a veces las nevadas y las lluvias obligaban a pasar días enteros dentro de las chozas, consumiendo lentamente algún  pescado o  algún trozo de guanaco, cuidando de que no se terminara demasiado pronto. En las noches, que eran inacabables, no era posible dormir tanto tiempo. Pero siempre había algun anciano que ocupaba sus ocios contando historias o explicando cómo mejorar los medios de subsistencia y pasaban momentos muy joviales. Se contaban chistes y se reían en alta voz, a menudo sólo con recordarlos en los momentos menos oportunos. …..