miércoles, 6 de octubre de 2010

Tierra del Fuego y sus matices

Tierra del Fuego… ese nombre ante todo, siempre…. Resuena el eco en mi alma. Casi puedo escuchar a ese navegante hace casi 500 años, pronunciarlo al ver atónito a lo lejos las fogatas en tierra…


Hoy me siento otra vez en el kayak y no me aparto nunca de este fuerte sentimiento que me viene a acompañar como siempre, la emoción de tener la dicha de poder navegar un lugar tan majestuoso como éste en total libertad.

En el kayak, caminando en el campo, viéndola desde lo alto, mirando desde la costa del mar hacia el horizonte, no dejo jamás de sentirme privilegiada de poder pisar la tierra de un lugar con una historia tan nueva, pero tan contundente.

Puedo captar en esta magia que me envuelve toda vez, los pequeños matices que definen a la Tierra del Fuego.

La quietud de un día húmedo en la zona de estancias, muy cerca de la ruta 3 que te lleva a Ushuaia, lo salvaje de una costa inhóspita en la zona oriental de la isla…

El acogedor colorido del Canal Beagle, el amarronado de los lagos precordilleranos tapizados con bosques de lengas, los fiordos protegidos con sus glaciares en cascada en el Seno Almirantazgo…



Buscaba un poco de contacto con lo natural, el sur en estas latitudes nos obliga a un encierro casi total durante el invierno. Necesitaba de los olores del campo, del murmullo del agua corriendo suavecito, en algún recodo…


 Necesitaba meterme para adentro una vez más, en el medio de la nada, o del todo.

Y me pregunté al llegar, qué me ofrecerá el Ewan hoy?. Qué le aportará al kayakista un simple río de estepa, chico, serpenteante y manso?.

Le aporta al hombre, algo de lo que suele desconectarse en la ciudad, PAZ.   Basta botar el kayak al agua para ingresar a un mundo distinto, con lenguaje propio. Que a sólo pasos del auto y de la ruta, no entiende de rutinas, ni estrés, ni hábitos.

El piño de ovejas jamás pasará por el mismo lugar ni te mirarán asombradas como hoy, corriendo al bosque para proteger sus crías nuevas.

El cielo plomizo decidirá esta vez bautizarte apenas la cara con algunas gotas que serán casi una bendición, en una tierra que todavía no conoce de contaminación, donde se respira uno de los aires más puros…

Y el aire, hoy dormido, te acompañará todo el trayecto silenciosamente, otorgándote el privilegio de conocer el mantra de la naturaleza en el sonido de los pájaros, el correr del agua, tu respiración y… nada más.

Tierra del Fuego nos ofrece un paisaje de invierno todavía. Alguna mancha blanca se deja adivinar en el bosque, producto de las últimas nevadas. El suelo acusa la humedad de las precipitaciones, y me espanta las ganas de fusionar el kayak con la carpa. Pero sólo por un tiempo. Todo lo que se hace esperar sabiamente en esta tierra promete una recompensa más adelante.

Los colores, amarillentos y amarronados sobre tierra, se mimetizan con este río.

La lenga todavía no ha despertado. Aún así es tan bella como siempre. Su fisonomía desprolija te cuenta de las huellas del contacto con algo límite. El frío y el viento fueguinos.

Lo límite no permite la belleza excelsa de otras especies cordilleranas de zonas más cálidas. Pero contribuye a esta belleza única y salvaje, que está reservada sólo a lo alto en otros lugares. Aquellas alturas donde danzan los cóndores, y donde gana la resistencia de los fuertes.

De eso te habla Tierra del Fuego todo el tiempo, de la calidad de su belleza. Oculta en lo aparentemente caótico y en la aparente desprolijidad de lo salvaje.

Es intensa en sus matices. Donde quiera que navegues, camines, sentirás ese poder, que sobrecoge, subyuga por momentos, conmueve la esencia e inspira a sentirse vivo…

Moni

1 comentario:

  1. Excelente esta entrada. Me encantaron tus palabras con las que definis lo que sentis por esa maravillosa Tierra del Fuego.
    Besos

    Patricia

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