sábado, 25 de diciembre de 2010

Los que remaron aquí

Pertenecer a una tierra, un entorno con cultura canoera, es algo muy simbólico para el kayakista. Siempre se hace presente el espíritu yámana cuando navegamos las aguas de su Onachaga (canal Beagle), al sur de nuestra isla grande,” Onaisín” (país de los onas) para ellos en el pasado.

Recuerdo una noche en Isla Uallalanush (Gable) al este de Ushuaia, mirando los contornos nocturnos, sentada al calor del fuego, el kayak en la costa, en el silencio más absoluto y perfecto, hacia el paso actualmente conocido como Mackinlay. Enfrente, a sólo minutos de navegación, Isla Wulla (Navarino-Chile).

Recuerdo sentir muy dentro de mi ser una vívida sensación de transporte en el tiempo a aquellas épocas donde el yámana utilizaba esta isla como parada y establecimiento, cuando recorría clásicamente el canal de este a oeste o viceversa, de paso a Wulaia (Canal Murray), o más al sur hacia el Cabo de Hornos…

El tiempo se detuvo y la sensación me abrazó cálidamente. Y no me sentí tan distinta ni distante de este hermano fueguino. Una misma conexión, una misma energía.


                                                                                 

Los dos valoramos el fuego de manera crítica y esencial, luego de la navegación, para restablecer el cuerpo, el ánimo, la moral. Como preludio del sitio donde organizaremos el que hoy será nuestro okor (hogar). Ambos usamos el fuego como denominador de socialización, el momento de charlas, de distención, de impresiones, en torno a la vida y la navegación.



En la simpleza de este momento yace nuestro mundo.


Y si pudiera cargar mi pequeño fuego en el kayak como él lo hacía, en esta Tierra del Fuego que te transmite su naturaleza fría toda vez que estás sentado inmóvil por horas…, lo haría.

                                                                              
                                                                            
Y encallaría en esta costa elegida, no reparando hoy en el timón, sólo en mi bienestar corporal y anímico. Mi mundo. Pues allí comprendo que está la clave de mi supervivencia en todo sentido, como aquel que navegaba días a territorio alacaluf, en la búsqueda de su “piedra” del fuego o intercambiaba sin dudar sus objetos de más valor por este preciado material. Porque en el calor, puedo dormir tranquilo. Recuperar energías. Para volver al agua.


Porque para ambos la embarcación, al momento del contacto e interacción en el agua: LO ES TODO, nos define como navegantes. Nos hace sentir parte de algo, del TODO. Nos da sensación de completitud. En lo más simple y rústico de nuestra esencia natural. Eso somos. Así nos lanzamos a interactuar y descubrir nuevos horizontes, aquellos que son los propios.


Sobre la embarcación y en tierra los dos contemplamos en armonía el medio que nos cobija y atiende. Nuestra isla. Nuestra tierra. Y ello nos define en esencia. Eso fuimos, somos y seremos. Ese es el origen. Toda vez que un hombre se embarque y salga al agua con su bote eso será, en ello se convertirá sin restricciones ni falsas interpretaciones. Estará solo con el medio. Y esa circunstancia le acercará la verdad suprema, de quien es finalmente.

                                                         

La imaginación es una herramienta increíblemente poderosa y perfecta, recurriendo a ella el ser humano no necesita más.

Y Tierra del Fuego tiene esa magia. Basta un simple intento para conectar con el pasado. El silencio, el ambiente natural poco tocado, los lugares que aún hoy en día ofician de cementerio de historias que alguna vez fueron corrientes y para algunos de nosotros tienen un valor incalculable, el capricho del paso de la historia para el hombre, que lo hace todo especial.

Cuando ya no está: valoramos. Cuando ya no se puede preguntar: buscamos aprender. Cuando no existe físicamente: es cuando apreciamos el cuantioso valor que antes no se ofreció.

Sólo unos pocos pudieron asistir como testigos,con marcada conciencia, al dramático final del yámana o yahgan, y de las restantes etnias en la isla. Para siempre. Inevitablemente.

Sin dejar de sentir pesar por un hecho desencadenado por otros “de su misma especie”. Un hecho significativo por su carácter de destino acelerado trágicamente por esos otros y por su peso en la historia del lugar, y del mundo también.


                                                                           

Se ha escrito mucho sobre nuestros hermanos yámanas. Por lo general de su pobre contextura física, de su esencia errática respecto del “orden” social. De su característica marítima. De sus costumbres.

Parece imperar en todo libro, escrito o documento una necesidad imperiosa del “hombre blanco” por descifrar el alma del indígena. Saber qué resguarda como concepto místico, su espiritualidad. Lo religioso, las creencias en lo que está más allá de lo físico.

Una necesidad de “clasificar desde el ojo de quien lo mira”, la evolución de este hombre en la escala de la humanidad, para finalmente colocar a esta gente en la repisa de escalafones de todo tipo.

Para fortuna del navegante en kayak, el yámana es un hermano del agua. Un hábil remero, del que hay mucho que aprender, más que comparar.

Un remero que navegó con destreza por miles de años unas de las aguas más duras del planeta. En la canoa de corteza de coihue o guindo de su invención. Con la que se aventuró a la zona del Cabo de Hornos, y en su pariente el Alacaluf, hacia la extremadamente castigada región del oeste, los canales fueguinos que ofrecían bellas caletas y bahías reparadas y en la contraparte, la fría extrema humedad y desolación del viento del Pacífico.

Un hombre moldeado y superado para convivir con un medio duro y hostil, toda su vida. Marcado por este contacto y por su estilo de vida. Estoico superviviente del medio fueguino. Sabio navegante, protagonista indiscutido de la navegación en el sur.

Un hombre que perseguía su sustento embarcado, emparentado desde sus primeros días de vida con las frías aguas de su tierra, a través de un “bautismo helado” que lo fortalecería y sería augurio de fortaleza física y destreza.

Un hombre con sentidos marcados a fuego desde la infancia, hábil para detectar el mínimo cambio de clima, de su región. Preciso para leer en la oscuridad los intrincados pasos entre las islas de su país. El hombre al que recurriría el “blanco” para asegurar su exitosa navegación cuando la tecnología traída de afuera, no alcanzaba, no servía, no igualaba, la destreza del “indio”… que conocía su mar como la palma de su mano.


                                                                                   
Un hombre que se complementaba en el agua y en tierra con su compañera y padre amoroso de sus hijos. Ella navegaba, nadaba, extraía mariscos, pescaba, cargaba enseres domésticos, se encargaba de los niños.

El saltaba a tierra para establecer el fuego del que sería su campamento por días, arponeaba, cazaba guanacos cuando era posible, fabricaba herramientas, construía su embarcación, un arte cultivado por miles de años, su razón de vivir, su poderío, su herencia, su hogar…


Un ser humano que logró "sobrevivir" en Tierra del Fuego más de seis mil años, gracias a la costumbre ancestral de compartir.


Un ser alegre, vivaz. Un hombre que le encontraba sentido a la vida, tal cual era, aceptaba su existencia y su destino sin vueltas. Y era feliz en su medio.


Un remero que empujó sus límites como pocos, en su frágil canoa para ver de qué se trataba aquella tierra más allá que tendría promesas de abundancia, su misteriosa Chuanisín (Isla de los Estados).



Un puro en todo el sentido de la palabra.


Moni




martes, 7 de diciembre de 2010

Reflexiones desde el Cockpit "Rolar o no rolar"

“Rolar o no rolar, esa es la cuestión”. Sabés como rolar tu kayak?. Más importante, necesitás saber cómo rolar tu kayak?.


En todos mis años kayakismo e instrucción puedo decirles que hay ciertos temas que pueden llenar un salón de kayakistas con debates acalorados. Este es uno de ellos.

En los inicios del kayakismo las salidas fuera del kayak no eran una opción. El kayak no era un deporte, era una forma de vida y supervivencia. El entrenamiento empezaba cuando uno era un niño. Y digo niño, porque todo lo que he leído indica que a las mujeres no se les permitía hacer kayak. De hecho, hubo tiempos en que más aún a las mujeres no se les permitía tocar un kayak.




En el kayakismo moderno cualquiera que quiera remar tiene los medios mientras pueda comprar o pedir prestado un kayak.

El concepto del entrenamiento de por vida ya no existe porque el kayak se ha convertido en un deporte y pasatiempo. Para muchos una salida fuera del kayak no significa muerte inmediata debido a aguas frías. Los materiales nuevos y las técnicas nos han dado alternativas. Un rol no es necesario para sobrevivir como kayakista.

La habilidad de rolar le da al palista la autorecuperación más eficiente. Es la recuperación más rápida con el menor tiempo de exposición a los elementos. Un rol le puede proveer al palista más opciones. Y es también la maniobra más contra natura que hay en el kayakismo. Como mamíferos, amamos el aire. Deseamos naturalmente sacar nuestra cabeza arriba para respirar. Para rolar tradicionalmente traés tu cabeza al final. Una vez que el palista aprende a rolar a menudo dirá que no es difícil. Cuando mirás un rol llevado a cabo correctamente se ve sin esfuerzo. Sin embargo, estás dispuesto a poner el tiempo que se necesita para aprender a rolar?. Si lo estás, cuáles son tus motivos y es el mejor uso de tu tiempo?

Hago estas dos preguntas NO porque estoy en contra de enseñar el rol. Desearía que todos supieran como tener un rol confiable. Pregunto esto porque he visto mucha frustración cuando los palistas no pueden rolar y parecen perder un tiempo precioso en sólo una destreza. Tal vez algo de ese tiempo de entrenamiento debería ser dedicado a otras y más importantes destrezas.

Derek Hutchinson me dijo una vez: “ Rolar es un signo de éxito. Tener que rolar es un signo de falla”.

Si algo de ese deseo de rolar fuera gastado en maniobras/habilidades de apoyos entonces el rol puede no necesitarse. Ya que estás obligado a perder o fallar un rol más tarde o temprano cuánto tiempo has gastado en tus auto y asistidas habilidades?. Además, estás vestido para inmersión cuando terminás nadando? Trajiste un flotador de pala y una bomba de achique o pensaste que simplemente  ibas a rolar?.

 Una sugerencia : el libro “Eskimo Rolling” de Derek Hutchinson. El tiene muy buenas historias de muchos kayakistas famosos contando su historia del día de cuando el rol salió de la ciudad pero sin ellos.

Repito, estoy totalmente a favor del rol pero no en la negación o desatención de otras habilidades que personalmente creo son más importantes. Recomiendo perfeccionar tus habilidades/capacidades básicas (autorecuperaciones, recuperaciones asistidas y apoyos) antes de perfeccionar tu rol.




Estas habilidades son el fundamento, la base del rol y una gran reserva en caso de que el rol falle.

                                                  


                                                                              
Creeme cuando digo que tu rol confiable va a fallar al menos una vez en tu vida.

Permítanme un momento para hablar del “rol confiable”. Defino el rol confiable o seguro como ese que se hace cuando no se espera. Si llego hasta vos para apuntarte un pájaro a la distancia y luego te vuelco cuando estás mirando ese pájaro, el rol que usás para salir arriba sería un rol seguro. Me divierte cuando uno se tiene que preparar para tirar su rol confiable ( clips para la nariz, tomar aliento, posicionarse, contar hasta tres y luego rolar)..

Traigo esto a tu atención porque mi experiencia me ha mostrado que más de la mitad de aquellos que reman en el mar no tienen un “rol confiable”.

Esta no está entendida para ser una declaración negativa. La creencia de que el resto de la comunidad kayakística puede rolar su kayak es una falacia.

He visto un montón de presión autoimpuesta en kayakistas para aprender el rol creyendo en este mito. Si la falsa creencia te impide aprender tus habilidades básicas en lugar del rol, entonces te sugiero que reconsideres tus prioridades.


Podés llevar una vida productiva como kayakista y nunca aprender o saber cómo rolar? SI!SI!SI!. Si querés aprender el rol te animo a hacerlo pero no al costo de otras habilidades. Si te tomás el tiempo para aprender a rolar buscá ayuda experimentada, hará un mundo de diferencia. Una vez que aprendas el rol, no olvides practicar tus otras maniobras/habilidades.

Wayne Horodowich


“Tenés que cometer errores para ser mejor.”


“El buen juicio se aprende de la experiencia. La experiencia se gana a partir del mal juicio.”