miércoles, 30 de marzo de 2011

Dos linajes, una isla


Cómo puede ser que una actividad tan sencilla, pueda albergar tan variados matices…




Que un elemento físico, una embarcación, posea una energía especial que cubra de magia todo momento en común.



Una pasión que no conoce ni entiende de límites…



En un medio frío que nos pone a flor de piel por tantos aspectos y a la vez parece acercar a mujeres y hombres siempre a un encuentro cálido, cuando el kayak es el denominador común.



Ambos poseen la facultad de hacernos interactuar hablando el mismo idioma, conectar al instante de saludarnos, aunque a simple a vista parezcamos extraños, o tan diferentes… En esta magia donde el ser mundano problemático pareciera correrse de escena para dar lugar al ser relajado, EL KAYAKISTA: en sintonía siempre con la experiencia de placer, toda vez que decide sentarse en su compañero y navegar.




No dejo de reflexionar y asombrarme. El mundo del kayak siempre abre nuevas aristas, muestra algo más en su abanico de mil caras…



Qué hace a kayakistas desconocidos de lugares tan diferentes como Ushuaia y Río Grande congregarse en el Beagle, con isla Gable como excusa para subirse a sus kayaks y recorrer un poco de su extensión.



Sin duda ha de ser la necesidad de conectar una vez más con el viaje interno, de paz y bienestar al que nos transporta el kayak, algo indescriptible, algo que sólo sucede, se siente, nos impregna, y luego se vuelve adictivo.



Y sin duda también la pasión, de redescubrir nuestra increíble isla otra vez, en un rincón nuevo para algunos, conocido para otros. Pero con la faceta inigualable de asombrar siempre al kayakista local y transportarlo a un NUEVO viaje, no fácil de transmitir con palabras.



Hay que bajar el bote a la costa, acompañarlo sutilmente al contacto con las aguas del Beagle… hay que iniciar la navegación en esa inmensidad que te sobrecoge, donde la abundancia te invade por donde mires, en las aguas, en tierra, todos los colores que puede tener esta tierra barrida por el viento y las heladas…



Hay que vivirlo para entender por qué uno puede hablar de perfección. Por qué se puede sentir que algo más allá de lo físico te abraza junto a tu bote y te susurra al oído: viniste donde tenías que estar, estás en tu mundo real, quien podés ser, quien sos en la creación, dedicate sólo a sentir y saborear esta paz, porque este es el secreto de por qué estás sentado hoy, en tu kayak, algo que no sabías, pero que sabiamente te trajo hasta aquí, TU TIERRA.TU ESENCIA.



Donde todos somos más parecidos que diferentes. Nos une un mismo hilo. Delgado, joven, pero muy fuerte. Y el kayak nos lleva atados al lugar correcto. Y el telón se abre. Y los desconocidos descubren que tienen más cosas en común de las que hubieran imaginado. Y Tierra del Fuego opera esa magia que le pertenece desde siempre, en su HISTORIA. Cada rincón, cada parada, cada pequeña caleta fue recorrida y pisada por indígenas y blancos pioneros no hace mucho.



Los kayakistas están conscientes de ello, este manto poderoso y conmovedor jamás les es indiferente, estas aguas son especiales.



Todavía se puede oler el paso de los yámanas por estos pasos angostos, se puede caminar dentro de los restos de un galpón todavía en pie en Gable, construido a principios del siglo XX por la flia. Bridges.



Llegar a Estancia Harberton por el agua, escoltado por lobitos amigables y pinguinos que nadan cerca del kayak, tiene un significado diferente. El puerto natural elegido hace antaño que se convirtió en refugio de cientos de indígenas de diferentes etnias y auxilio de navegantes sufridos en las aguas del Beagle.



Tras los mates, Tierra del Fuego nos depara otra sorpresa. Un pequeño galpón detrás nuestro contiene quizás la pieza histórica más increíble de estos confines, el bote construido por las manos de Despard Bridges en 1901, protagonista de tantas anécdotas en el libro que escribió su hermano Lucas, a través del cual, nos ha llegado un pedazo innegable de nuestra historia fueguina, en aquella época en que todavía nuestros antecesores navegaban corrientemente sus aguas y se mezclaban activamente con nuevos allegados, de diferente color,diferente lengua, pero con la armonía que subyace detrás de una gran verdad, todos en el fondo somos la misma cosa.



Quien haya leído el libro no podrá dejar de sentir algo conmovedor al ver este bote. Tal vez para un navegante sea todavía más impactante. Cada lugar en Tierra del Fuego, y especialmente éste, tiene la magia de emocionar los sentidos al punto de sentirse un recién llegado, un niño que busca conocer un mundo nuevo, internarse en algo que ya aconteció pero tiene el poder de estar tan vigente como para movilizarte de una forma inusual.


En tu esencia, donde todos somos iguales. Donde hablamos el mismo idioma, la historia personal, la procedencia, no son barreras…



Donde el Beagle te abraza junto a tu kayak como hijo de esta tierra, sin reparar en técnicas, experiencia, ni modelos, sólo te abre el paso directo a la pasión y te lleva a ser parte del todo sin límites ni condiciones…




Moni


Gable

martes, 1 de marzo de 2011

La fogata junto al kayak


Para el que rema en aguas fueguinas y se adentra en la tierra, el kayak y el campamento son una misma cosa. Una combinación perfecta, una amalgama, algo infaltable. Algo necesario.


El escenario del kayak, el momento de la navegación nos permite saborear de alguna manera el espíritu fueguino, indómito, salvaje, imprevisible en el agua más que en cualquier otra parte. Buscamos eso para conectar con la experiencia de sentirnos vivos, pequeños, parte del todo.



Es ir a lo incógnito, rozando casi la magia, de algo que sabemos bien que no definiremos jamás y que depende de otro. El elemento natural en todos sus órdenes, en su expresión más fiel, más auténtica, más drástica. Porque Tierra del Fuego tiene esa marca, siempre que la experimentes, sentirás que sos el elemento nuevo, por más que parezca tu tierra hace tiempo. Los terrenos, las zonas, serán nuevas o casi intocadas, y eso te va a renovar de una u otra forma. Y te va a transmitir una cercanía a lo que el hombre llama AVENTURA. Un juego de palabras utilizado muchas veces, pero aquí no corrompido.


No es necesario surcar las aguas más salvajes y encrespadas, ni padecer el clima más hostil que pueda albergar este espíritu en su arca.

Es un lugar donde lo agreste se siente y degusta siempre. Y llena el alma, paga el precio… de haberse alejado, sólo un poco. O mucho.

El escenario en el agua tiene sus bemoles, momentos que se viven a flor de piel, aún en la calma de un lago planchado. Emprender un viaje en aguas increíblemente claras que comparten su fondo, acompañando con el suspiro de un ñino que está conociendo el mundo, el ingreso a lo más profundo y oculto, de un lago que aún no devela su profundidad…

De un gigante dormido, que hoy te permite ingresar en calma, y trae promesas de otra vivencia, única cada vez, hoy por lo menos más relajada, donde la conexión visual adquirirá otro protagonismo, donde agudizar el oído será el camino lógico para acceder a ese regalo del sonido de lo natural, el llamado de un guanaco, el sonido sutil del agua calma reencontrandose por allí, en una gran masa de agua que siempre suena; una rama, los sonidos del bote, la propia respiración...

Una masa que no siempre permite tales conexiones, cuando se debe estar concentrado en la navegación como única alternativa.

Va a ser inevitable sentir la sensación dentro de algo que es limpio, bello, gentil, la perfección de lo natural lejos del hombre.

Fuera de la escena del agua, la perfección aún puede albergar un ingrediente más que rescata el alma, termina de sacudir el hastío que uno arrastra, proporciona una paz que uno no sabía que se podía trasladar desde el agua, a otro lugar. Cuando se complementan el kayak y la carpa. En Tierra del Fuego.

Una costa elegida espontáneamente desde el kayak. Es algo que eleva la experiencia a lo sublime. Extiende la pasión de lo que ya se siente en el agua a otro contexto. Es como un contraste y a la vez una simbiosis. A la cosa sutil y cristalina, lo rústico de la piedra, la arena y el bosque. Ambos son uno, se complementan desde hace miles de años, y esperan al kayakista para rescatarlo a veces, en una suerte de descanso necesario, o para alojarlo, relajarlo aún más y aquietar la mente de otra manera.

Huéspedes de paso, kayakistas afortunados…

Que se alejan de lo mundano y buscan mimetizarse con lo natural, como escape, como conexión espiritual, o sin saber qué se persigue, pero con la plena conciencia de que hay algo más allá que da plenitud, paz, relax, bienestar…

Dejar el agua, encallar en lugares aptos, bajar del kayak, dejarlo seguro, observar su bello contorno en el nuevo paisaje.

Caminar el lugar, elegir el sitio de acampe, con la dedicación que se le dan a aquellos momentos especiales.

La caminata al kayak, el compañero que te transportó hasta este oasis y resguarda lo indispensable, para la supervivencia, para el disfrute. En busca de la carpa, primer elemento que se rescata y capta la atención porque siempre el clima aquí demanda el refugio primero, para cambiarse, y entrar en calor.

Recoger el regalo preciado que la naturaleza en lugares hinóspitos le da al hombre para su confort. La leña por doquier, invita a otro paseo, como preludio del ritual del Fuego.

Infaltable en Tierra del Fuego, en toda época del año. Indispensable. Único. Mágica compañía en las noches. Sitio y escena de charlas amenas, interiores, peculiares.

Aditivo extra para cada mate, plato de comida, café que se disfrute en esta pequeña playa junto al bote, el lago y el paisaje. Un placer que no pueden comprar los dioses.

Sólo se vive al bajar de un kayak.

Ancestral. Protagonista. Imperativo. Esencial como el kayak en el agua.

Todo, parte ineludible del ritual que el kayakista va a respirar cada minuto a pleno, en una suerte de alegría emparentada con la armonía.

Algo que siempre se va a sentir muy dentro del ser inconscientemente pero se va a necesitar nuevamente como si de ello dependiera algo que rescata la existencia.

El kayak, el fuego y uno. La misma cosa.

Moni