lunes, 15 de noviembre de 2010

Tierra del Fuego y el hombre

Qué buscó el navegante antiguo en estas aguas?. Qué persigue el kayakista actual al venir a esta tierra?. Qué especie de magia o magnetismo ejerce este lugar tan apartado, distante y remoto para mucha gente en el mundo que llega con el único propósito de “recorrer el fin del mundo”?.




Antaño, eran los tiempos de descubrimientos, la era de los estudios científicos y el auge comercial que buscaba intensamente un paso hacia el Pacífico. Lo que aventuraba a miles de navegantes a tierras y mares totalmente desconocidos. Muchos de ellos con finales catastróficos en cientos de naufragios que se pueden leer en variados libros de expediciones a estos confines.

Afortunadamente, dependiendo del humor, prejuicio, cuestión filosófico- religiosa, las concepciones acerca del lugar y sus habitantes variaban ampliamente.

Desde navegaciones por el Cabo de Hornos exitosas y conforme a los tiempos establecidos, a relatos de terror definiendo lo que se experimentaba en la navegación como el caos del mismísimo infierno. Donde la buenaventura del Creador había abandonado estas tierras a la nada, y a lo más bajo en la escala de la “condición humana”.

Es donde términos como canibalismo se hacían presentes también para el yámana, contrarrestados por elogios a la etnia Selk´nam, a su conformación física, su organización social, etc.

El lugar fue de los últimos en ser “descubiertos”. De los últimos en ser “civilizados”. Es una región con una historia reciente pero increíblemente intensa. De su constitución en general, por clima y geografía ha llegado a cargar hasta con el simbolismo de ser un lugar de castigo y prisión. La misma tierra que otros seres humanos amaban y concebían como perfecta en todos sus perfiles.
             

                                                                                

En la cordillera húmeda y enmarañada, en la zona media más amena y protegida, salpicada de sierras y bosques, o en la estepa norte y oriental cercana al atlántico barrida por los vientos constantes del oeste, desprotegida pero llena de luz y amplitud.




He leído y escuchado tantas veces los términos fría, hostil, estéril, dura, mortal…, que me pregunto qué atrae a los navegantes a estas aguas fueguinas?.

Qué busca el kayakista en Tierra del Fuego?.

                                                                            


Medirse con la Tierra del Fuego salvaje, domar a un ente, un espíritu que es único y no puede ser domado.

Medirse consigo mismo en sus límites, su pericia, sus capacidades.

Buscar una experiencia extrema, físicamente hablando… no sólo en la capacidad técnica sino en la resistencia y fortaleza física para convivir con un clima cambiante y duro en todas las estaciones del año que puede enajenar sumado al cansancio y estrés emocional.

Conectar con la experiencia espiritual de encontrar respuestas a tantas preguntas que vienen del interior.

O simplemente encontrar la PAZ en el aislamiento, en la conexión directa e instantánea con la naturaleza, en su expresión virgen, intocada. Lejos de toda presencia de civilización, sólo uno y el medio.


                                                                                       
                                                                     


Será esa la adrenalina mayor? Estar preparado para afrontar esa soledad, y depender de sí mismo, lo que a muchos puede llevarlos a sentirse desnudos, desprovistos, indefensos.?

O interactuar en soledad con el mar fueguino agitado, elaborando de allí una situación de amistad amena y de juego o de batalla campal mortal para ver quién manda o gana.

Qué trae al hombre a la Tierra del Fuego, su ego o su humildad?.

Viene por la tierra en su esencia o por sí mismo? Por la necesidad de un triunfo deportivo frente a sí mismo y sus pares, o la búsqueda de una experiencia única que se imprima en su historia interior.Viene a descubrirla o a descubrirse?

Cada kayakista lo sabrá, o no. No necesariamente se está conectado arriba de un kayak con la esencia de la tierra, con lo natural, ni consigo mismo.

No necesariamente tenemos la madurez para disfrutar cuando es el momento de hacerlo, conectando con el niño interno que llevamos.

Y no necesariamente entendemos lo que Tierra del Fuego nos ofrece siempre cuando intentamos definirlo y domarlo.

Los expedicionarios sienten el frío, padecen ciertos momentos de la navegación, o las esperas en tierra cuando la última palabra la tiene el clima también, se acurrucan en sus carpas, o terminan volviendo a casa sin concretar su fin.

                                                            


Los visitantes ocasionales sufren el frío también, padecen momentos en el río donde el viento los enfría en cuestión de segundos y los obliga a acurrucarse hacia cubierta remando bajo, prueba su resistencia, su psiquis, su paciencia, sus ganas de continuar la travesía.

Luego en tierra, los lleva a la carpa más temprano que lo habitual porque el frío manda. Y no se puede seguir disfrutando cuando el cuerpo no entra en calor. Y el levantarse también se convierte en una tarea difícil, escuchando el viento silbar y sacudir la carpa.


                                                                             

Y todavía espera el zarpe. La entrada al agua, donde todo adquiere otro tono, tal vez más dramático para algunos.

Donde no hay descanso en la remada cuando arrecia el viento en las curvas o de frente. Donde el aire se cuela entre la ropa y entra en el cuerpo. Se instala. Te entumece.


                                                                           
Donde comentan sorprendidos la versatilidad y capacidad de cambio del clima fueguino.

El fueguino en cambio se sorprende de qué los trae aquí.

Qué tiene Tierra del Fuego? Qué provoca? Qué imprime? A qué invita?

Cuál es su magnetismo? Ser difícil y salvaje? Poner a prueba la resistencia humana? Ser impredecible?

Es inhóspita y salvaje donde la vista alcance. Es tranquila cuando pace el guanaco y vuela el cóndor.


                                                                          
                                                                                                                                                           
Es fría cuando el sol se pone y cálida cuando permite que sus rayos aporten bienestar.

Es húmeda en el campo y seca en el viento de estepa.

Es lúgubre en el invierno aletargado por la tarde y vital en la mañana de verano plena de luz.




Es remota en sus latitudes y distante en sus espacios agrestes. Es cercana y amigable en la sencillez y lo ameno de su gente.
                
             
                                                                                          
Es perfecta tal como es.

Moni

1 comentario:

  1. Extraordinaria tu visión Mónica, como siempre. Muchas gracias por "despertarnos" a los que hace varios años estamos por acá y se nos pasan a veces las bellezas del lugar en el que vivimos.
    Juan Manuel

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