martes, 1 de marzo de 2011

La fogata junto al kayak


Para el que rema en aguas fueguinas y se adentra en la tierra, el kayak y el campamento son una misma cosa. Una combinación perfecta, una amalgama, algo infaltable. Algo necesario.


El escenario del kayak, el momento de la navegación nos permite saborear de alguna manera el espíritu fueguino, indómito, salvaje, imprevisible en el agua más que en cualquier otra parte. Buscamos eso para conectar con la experiencia de sentirnos vivos, pequeños, parte del todo.



Es ir a lo incógnito, rozando casi la magia, de algo que sabemos bien que no definiremos jamás y que depende de otro. El elemento natural en todos sus órdenes, en su expresión más fiel, más auténtica, más drástica. Porque Tierra del Fuego tiene esa marca, siempre que la experimentes, sentirás que sos el elemento nuevo, por más que parezca tu tierra hace tiempo. Los terrenos, las zonas, serán nuevas o casi intocadas, y eso te va a renovar de una u otra forma. Y te va a transmitir una cercanía a lo que el hombre llama AVENTURA. Un juego de palabras utilizado muchas veces, pero aquí no corrompido.


No es necesario surcar las aguas más salvajes y encrespadas, ni padecer el clima más hostil que pueda albergar este espíritu en su arca.

Es un lugar donde lo agreste se siente y degusta siempre. Y llena el alma, paga el precio… de haberse alejado, sólo un poco. O mucho.

El escenario en el agua tiene sus bemoles, momentos que se viven a flor de piel, aún en la calma de un lago planchado. Emprender un viaje en aguas increíblemente claras que comparten su fondo, acompañando con el suspiro de un ñino que está conociendo el mundo, el ingreso a lo más profundo y oculto, de un lago que aún no devela su profundidad…

De un gigante dormido, que hoy te permite ingresar en calma, y trae promesas de otra vivencia, única cada vez, hoy por lo menos más relajada, donde la conexión visual adquirirá otro protagonismo, donde agudizar el oído será el camino lógico para acceder a ese regalo del sonido de lo natural, el llamado de un guanaco, el sonido sutil del agua calma reencontrandose por allí, en una gran masa de agua que siempre suena; una rama, los sonidos del bote, la propia respiración...

Una masa que no siempre permite tales conexiones, cuando se debe estar concentrado en la navegación como única alternativa.

Va a ser inevitable sentir la sensación dentro de algo que es limpio, bello, gentil, la perfección de lo natural lejos del hombre.

Fuera de la escena del agua, la perfección aún puede albergar un ingrediente más que rescata el alma, termina de sacudir el hastío que uno arrastra, proporciona una paz que uno no sabía que se podía trasladar desde el agua, a otro lugar. Cuando se complementan el kayak y la carpa. En Tierra del Fuego.

Una costa elegida espontáneamente desde el kayak. Es algo que eleva la experiencia a lo sublime. Extiende la pasión de lo que ya se siente en el agua a otro contexto. Es como un contraste y a la vez una simbiosis. A la cosa sutil y cristalina, lo rústico de la piedra, la arena y el bosque. Ambos son uno, se complementan desde hace miles de años, y esperan al kayakista para rescatarlo a veces, en una suerte de descanso necesario, o para alojarlo, relajarlo aún más y aquietar la mente de otra manera.

Huéspedes de paso, kayakistas afortunados…

Que se alejan de lo mundano y buscan mimetizarse con lo natural, como escape, como conexión espiritual, o sin saber qué se persigue, pero con la plena conciencia de que hay algo más allá que da plenitud, paz, relax, bienestar…

Dejar el agua, encallar en lugares aptos, bajar del kayak, dejarlo seguro, observar su bello contorno en el nuevo paisaje.

Caminar el lugar, elegir el sitio de acampe, con la dedicación que se le dan a aquellos momentos especiales.

La caminata al kayak, el compañero que te transportó hasta este oasis y resguarda lo indispensable, para la supervivencia, para el disfrute. En busca de la carpa, primer elemento que se rescata y capta la atención porque siempre el clima aquí demanda el refugio primero, para cambiarse, y entrar en calor.

Recoger el regalo preciado que la naturaleza en lugares hinóspitos le da al hombre para su confort. La leña por doquier, invita a otro paseo, como preludio del ritual del Fuego.

Infaltable en Tierra del Fuego, en toda época del año. Indispensable. Único. Mágica compañía en las noches. Sitio y escena de charlas amenas, interiores, peculiares.

Aditivo extra para cada mate, plato de comida, café que se disfrute en esta pequeña playa junto al bote, el lago y el paisaje. Un placer que no pueden comprar los dioses.

Sólo se vive al bajar de un kayak.

Ancestral. Protagonista. Imperativo. Esencial como el kayak en el agua.

Todo, parte ineludible del ritual que el kayakista va a respirar cada minuto a pleno, en una suerte de alegría emparentada con la armonía.

Algo que siempre se va a sentir muy dentro del ser inconscientemente pero se va a necesitar nuevamente como si de ello dependiera algo que rescata la existencia.

El kayak, el fuego y uno. La misma cosa.

Moni

2 comentarios:

  1. Que lindo es leerte y sentir la compañia, un talento como pocos en la comunicacion compartida de experiencias.

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  2. Gracias por compartir estas hermosas experiencias...espero algún día poder acompañarlos en Tierra del Fuego o navegar juntos las aguas del Estrecho de Magallanes para plasmarlo bajo la pluma inspiradora de Moni.Abz

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